La magia de nadar
Parte I
Es que en el agua, ¡todos somos iguales!
Desde hace una semana aproximadamente, traigo una emoción especial que cuando comencé a sentirla no estaba segura por dónde iba la cosa. Hoy ya lo tengo clarísimo, es una combinación de emociones, que tiene que ver con una actividad que me encanta, y es ¡nadar!
¿Por qué apareció este torbellino emocional? Creo que hay varias razones que me han llevado a sentir de una manera muy intensa, incluso hasta sentir que mis ojos se llenan de agua como si fueran una alberca y otras veces, reírme sola a carcajadas.
Aquí algunas reflexiones de por qué he tenido este torbellino de emociones:
Este año, precisamente el 12 de agosto, cumplo 10 años de haber nadado el Canal de la Mancha. La memoria de ese mágico nado genera en mi un remolino de sentimientos: por una parte, la tristeza de la pérdida de mi papá a unos meses previos de mi nado, que aún me duele. Todavía recuerdo su entusiasmo e ilusión de saber que vendría conmigo en la embarcación guía, provocándole una enorme sonrisa.
Por otro lado, el recuerdo mismo del nado, como un evento épico en mi vida. Mis hijos esperándome en Dover con mi mamá y mi tía; mi equipo apoyándome, desde la embarcación junto con Eduardo que me impulsaba a seguir adelante, a continuar nadando para llegar a Francia. ¡Cuándo me iba yo a imaginar en ese momento, mientras él me iba echando porras, que a un par de años se enfermaría y su vida terminaría de forma tan dolorosa! Mientras tanto, yo en el mar, dando una brazada a la vez, y luego otra, batallando contra viento, marea y oleaje durante 14 horas y 33 minutos hasta que finalmente, a la mitad de la noche, en una profunda obscuridad, salí caminando de las aguas del Canal de La Mancha, para celebrar en una playa solitaria de Francia. ¡De los mejores momentos de mi vida! No sé por qué, cuando evoco estos recuerdos inevitablemente se me llenan los ojos de lagrimas y lloro.
A 10 años de mi cruce a nado al Canal de La Mancha, sigo nadando y cada día que me echo al agua para nadar unos kilómetros, lo hago con una sonrisa y agradecimiento.
Por otro lado, las emociones también vienen porque desde hace unas semanas, he compartido alberca con dos personas que me inspiran y me motivan a seguir adelante. Además del equipo de entrenadores de la alberca, que me apoyan cada día y a quienes agradezco su dedicación y trabajo, ¡Dani y Federico en la alberca, me hacen el día! Verlos, a cada uno de ellos, disfrutar el agua a su manera, me mueve a mí, a seguir nadando. A ambos los conozco hace algunos años, y precisamente los conocí en la alberca. Durante la Pandemia vi a Dani caminar cada día; siempre acompañada y cuidada y ella caminando con dificultad, como insegura, dejándose llevar poco a poco. Hacía mucho tiempo que no la veía en la alberca sin embargo, ya regresó y tuve el privilegio de ser testigo. Dani casi no habla y hace pocos gestos sin embargo, ese día, al entrar al agua hizo una sonrisa enorme y mostró una felicidad absoluta. ¡Su mundo se llenó de agua y alegría que expresó con sus manos y deslizándose bajo el agua sonriendo todo el tiempo!
A Federico lo he visto, a lo largo de algunos años, con su perrita Bella y su coach y desde lejos, lo he visto crecer. En las últimas semanas coincidimos en el agua. Cada uno nada en su carril y en ocasiones hacemos competencias, él dice que quiere mi “velocidad de tiburón” y yo quiero la infancia e inocencia de ambos. Mientras estoy en el agua disfrutó su mundo especial, ese que para algunos es de discapacidad o limitaciones, pero que en realidad está lleno de bondad y de alegría, que me ayuda a mí, a sobrellevar la angustia y preocupaciones del día a día.
Los tres, vivimos en mundos que parecieran planetas diferentes sin embargo mientras nadamos, somos iguales y estando en la alberca disfrutamos cada instante de este maravilloso y espectacular mundo que nos une, ¡la magia de nadar!