Un día antes del cruce a Molokai…
El día anterior a la fecha designada para comenzar un nado, parece que el tiempo se detiene…. ¡y el día se hace eterno!
Hoy quise dormir hasta tarde, despertarme por ahí de las 9 o 10 de la mañana y no pude, a las 7:30 horas abrí los ojos como cuando suena el despertador y anuncia que ¡ya es hora1… ni siquiera intenté dormirme nuevamente porque sabía que justamente hoy, eso no funcionaría y me levanté de la cama para ponerme mi traje de baño y bajar a nadar un rato, último entrenamiento previo al cruce pero en realidad, nadar un rato para disfrutar el mar.
El punto de reunión fue la playa frente al hotel, y todas llegamos puntuales: Nora, Gela, Arleen y yo. Antes de meternos al agua, tomamos algunas fotos y quedamos de nadar unos 45 minutos, a un paso cómodo disfrutando cada brazada. Gela decidió no nadar en esta ocasión y al agua nos fuimos las demás. Mientras iba nadando, no pude contener la emoción de saberme en un lugar muy especial, mis papás me han contado que el origen de mi vida fue aquí, en Hawaii. ¡En este hermoso lugar mis papás pasaron unos días en su viaje de bodas! Sigo nadando y me siento absolutamente afortunada de estar compartiendo este viaje con mis hijos Lalo y Andrea, con mi Tía Ale y la idea de nadar con Nora y hacer el cruce juntas me emociona muchísimo. También, pienso en la fortuna de que tanto Gela como Arleen decidieron viajar con nosotras para apoyarnos durante el cruce, doy un par de brazadas más y me detengo y al hacerlo también se detienen Nora y Arleen y me preguntan, ¿qué pasa? No pasa nada, pero le digo a Nora que estoy muy contenta de que podamos nadar juntas y nos damos un abrazo y en un gesto de humildad agradecemos al mar, al universo y a la vida por poder disfrutar lo que tanto nos gusta, ¡nadar! De igual forma, le agradezco a Arleen su compañía y apoyo y aunque Gela no está en el agua, también le agradezco a ella. Regresamos a la playa y cada brazada se vuelve un agradecimiento y mucho amor.
Al salir del agua, nos reunimos todo el grupo para desayunar y planear el resto del día: organizar pendientes, logística, compra de abastecimiento y a partir de ese momento, parece que ahora sí, el tiempo se detiene y pasa muy lento… estoy emocionada, nerviosa, contenta, tranquila todo al mismo tiempo pero disfrutando en la terraza de mi cuarto, de un atardecer bellísimo que quiero mantener en mi mente para que me acompañe durante la noche del cruce y así me inspire a seguir dando una brazada tras otra hasta que vuelva a aparecer el sol en el horizonte que me indique que falta menos, ¡para llegar al lugar de mi origen, a Oahu, Hawaii!