La Garganta del Diablo

Hace calor, del pegajoso, siento el sol fuerte y mi cuerpo ya extrañaba esta humedad, pareciera que toda mi piel respira; a cada paso la siento más cerca, y escucho el rugido más fuerte, además huele: ese olor a humedad mezclado con jazmín, palmito y palo de rosa, ¡es olor a selva! 

Mi corazón late como a bocanadas, con ansiedad, y expectativa, estoy sudando y en un instante, cierro los ojos, para llenarme del olor a vida, y sentir la brisa fresca mojada, y así, a ciegas, doy unos pocos pasos más, y al abrir los ojos, la tengo frente a mí, la cascada más bella que he visto jamás, su grandeza no cabe en mi vista, su humedad me empapa, su olor se mete por cada célula de mi piel, y ese rugido provocado por la caída del agua me cimbra, me hace estar aquí, consciente y alerta. A la vez, su fuerza y energía me genera paz, me hipnotiza y no puedo ni parpadear. Un arcoíris me rodea, ¡este lugar es mágico!  

No sé cuánto tiempo ha pasado, unos instantes, ínfimos, minutos eternos o bien, horas pero aquí sigo, frente a la “Garganta del Diablo”.

Imagino el recorrido del agua desde miles de kilómetros del norte, desde el ecuador para llegar aquí, veo cómo fluye y su caída estrepitosa que levanta una cortina de vapor que a la vez me salpica gotas de agua viva que llegan hasta lo más ínfimo de mi corazón. Me veo nadando esas mismas aguas que desembocarán, muchos kilómetros al sur, en el Rio de la Plata, y me lleno de su poder que necesitaré para cruzar a nado, el último tramo de su cauce, de Colonia, Uruguay a Buenos Aires, Argentina. 

A los pocos minutos recibo una llamada, y al escuchar el mensaje de mi interlocutor, siento que la cascada soy yo, que me caigo, que soy el vapor en plena confusión, ya no veo el arcoíris solo veo niebla a mi alrededor, “¡el nado se ha cancelado y las fronteras de Argentina se han cerrado!”

Me pregunta dónde estoy y temblando le contesto: “en la Garganta del Diablo del lado de Brasil” y lo único que responde es: “¡Corre Mariel, que la frontera se cierra ya  y además en unas horas se decretará cuarentena obligatoria, corre Mariel, corre ya!” No puedo respirar, es la humedad, es el calor, me estoy ahogando… tranquila Mariel, respira y corre a Argentina. En ese momento entendí que la energía de la cascada no la iba a necesitar para nadar pero sí para regresar a mi país. 

Crucé la frontera de Brasil-Argentina ahogándome de angustia, interrogada por las autoridades de migración de Argentina que no entendían la razón de mi viaje, por más que les explicaba: “vine a Argentina a nadar el Rio de la Plata, y aproveché para conocer el nacimiento de sus aguas, llegué a este país hace poco más de 48 horas cuando aún no había restricciones,” pero al parecer nada tenía sentido, todo había cambiado en menos de dos días. 

Las siguientes 36 horas las dediqué a conseguir una forma de regresar a México, todo había sido cancelado, mi vuelo de regreso ya no existía y el de los siguientes días tampoco. Tampoco existía ya el poder salir a la calle, a un restaurante, la gente desapareció, lo que yo conocía como un viaje, cambió, esto era diferente. Finalmente, sentada en el avión de Latam que volaría Buenos Aires-Santago de Chile- México, se me salían las lágrimas, me escurrían como dos hilos de agua, pensé: “todo se vino abajo”, y al cerrar los ojos, la imagen de la cascada en mi mente, en todo su esplendor, casi podía olerla y escucharla, y entonces una gran sonrisa apareció en mi cara y me dí cuenta que para nada, la cascada permanece, su fuerza y energía continúan y esta situación, como otros momentos difíciles de la vida, también pasará. 

¡Gracias Gela por compartir conmigo esta aventura! Gracias a mis hijos Lalo y Andrea por su amor, y a todas las personas que estuvieron al pendiente de mí, sobretodo a tí, por tu apoyo, amor y cariño!