Nadar en el mar…
Nadar en el mar es un encuentro que va más allá de lo que podemos razonar, porque es más emoción y mucho más ser que pensar. No se puede conceptualizar solo sentir… ¡no es un lugar para encontrar, solo para sentirte, lo demás ya es, ya existe, pero uno se transforma y es entonces que el océano te da la oportunidad de descubrirte!
Hace un par de días concluyeron los Juegos Olímpicos Tokyo 2020 y para mí, esta olimpiada fue absolutamente especial porque de alguna forma participé en la fiesta olímpica a través de Claro Sports que me invitó a narrar la prueba tanto femenil como varonil de 10 kms de natación en aguas abiertas.
Al hacer la narración de la prueba, recordé cuando estuve en la bahia de Odaiba, en 2016….de los momentos más tristes de mi vida, y al
mismo tiempo, la lección más grande que me ha dado mi gran maestro, el océano. En esa ocasión estuve justo en la Bahía de Tokio después de haber intentado cruzar el Estrecho de Tsugaru.
El Estrecho de Tsugaru, se encuentra muy al norte de Tokio, entre Tappi y Hakodate, un estrecho de Mar que une el Océano Pacífico con el Mar de Japón.
El día de mi nado, amaneció con mucho viento, lluvia y pronóstico de tormenta y así comencé a nadar, las primeras horas esperando que el mar se calmara, que dejara de soplar el viento y que las olas se tranquilizaran, conforme iba nadando le pedía al mar que dejara de estar embravecido, después, al ver que todo lo anterior no sucedía, seguí nadando muy enojada, frustrada, con mucho coraje y decepción… casi 5 horas nadando así hasta que mi equipo técnico, desde la embarcación me pidió que saliera del agua; ya que no podía seguir nadando en esas condiciones porque ponía en peligro a toda la tripulación y la embarcación.
Más enojo, coraje y frustración. Seguí nadando unos minutos tratando de dejar en el mar todas estas emociones y fue en ese instante, que el océano me dio la más grande lección, mostrándome su corazón.
El corazón del mar, al que la lluvia, el viento y el oleaje de la tormenta o mal tiempo no le afecta y sigue latiendo, un corazón en paz.
El privilegio es nuestro, de los que nos aventuramos a nadar en el océano. Somos los afortunados de disfrutar ser parte de su poder, de por al menos algunas horas, ser una partícula más de su vida, que a la vez nos muestra que en el fondo, todos somos iguales y que el Mar es y será siempre imperturbable, incontrolable, magestuoso y con un corazón en paz.