Lo que significo mi Cruce del Canal de Catalina

¡Qué rápido pasa el tiempo! Ya pasó un año de mi cruce al Canal de la Mancha y hoy cumplo una semana de haber nadado el Canal de Catalina.

 

Todo este año, entrené para poder nadar Catalina.  Sabía que sería la primer mexicana en nadarlo y con ello la primera mujer mexicana en completar la Triple Corona de Natación de Aguas Abiertas.

 

El Canal de Catalina se encuentra entre la Isla Santa Catalina y la costa de California a la altura de Palos Verdes-Long Beach, California. En su parte más estrecha  mide 34 kilómetros  y la temperatura del agua oscila entre los 15 grados Centígrados durante la primavera y llega hasta 20 ó 21 grados Centígrados durante el verano.  El nado comienza en Catalina y termina en California. Se inicia a la media noche o un poco antes.  Mis entrenamientos por lo tanto, fueron muy similares a los que hice para el Canal de la Mancha, con nados en Las Estacas, Morelos y  en la Laguna de Alchichica en Puebla.  Por lo que hice en cuanto a mi preparación física me sentía muy bien y segura sin embargo, había algo que conforme pasaban los meses y se acercaba la fecha del viaje, me angustiaba.

Empezó a crecer en mi interior, cierta inseguridad que no me dejaba del todo en paz. Trataba de ahuyentarla de mi cabeza pero se iba un par de días y regresaba no sabía bien qué estaba produciendo esto, solo sentía que crecía conforme se acercaba la fecha del viaje.

 

Una noche, después de un entrenamiento muy cansado y con mil actividades durante el día, me quedé dormida temprano y a las pocas horas desperté gritando, estaba muy asustada  y   al instante recordé qué había pasado en mis sueños,  estaba nadando en un mar rojo, que sabía a sangre y  había pedazos de carne a mi alrededor y una aleta rodeándome mientras nadaba. ¡Entendí mi angustia! Tenía miedo a los tiburones.

 

Lo que nunca me pasó en nados anteriores y que yo pensé que no me pasaría con ningún nado, me pasó con Catalina, tuve mucho miedo.  El miedo a nadar en aguas en las que normalmente hay tiburones y que además las personas que sabían que nadaría Catalina invariablemente me lo hacían ver.  Algunas personas me lo preguntaron directamente, si no le tenía miedo a los tiburones y otras mejor guardaban silencio sin embargo, el tema tiburones  salía a la luz con más frecuencia conforme pasaban los días y se acercaba la fecha del nado.

 

Una semana antes de viajar a Catalina, al estar entrenando en Sport City un nadador me dijo: “Oye Mariel ¡Que vas a nadar Catalina!” Yo le conteste que sí  y me dijo: “¡Pues que no sabes que el Canal de  Catalina es famoso por ser zona de tiburón blanco!” Llevaba varios días teniendo pesadillas que hacían que me despertara a media noche y luego ya no me podía dormir.  En mi casa, quedó cancelado el Discovery Channel con su programa La Semana de los Tiburones. Ni siquiera  quería  ver los carteles de la película Nemo con la caricatura de un tiburón sonriendo enseñando su perfecta dentadura filosa y sus ojos ¡acechantes! Ese día, estuve a punto de cancelar el nado.

 

No lo hice, no cancelé el viaje.

 

A los pocos días llegué a Long Beach junto con mi equipo de apoyo, Nora, Gela y la Dra. Ariadna del Villar y con un miedo que pesaba sobre mis hombros aún cuando ni siquiera había empezado a nadar. Ese día durante la tarde, no entrené, simplemente caminamos rumbo a la playa donde entrenaría al día siguiente y los días previos a la fecha del cruce y todo el camino trataba de sacar de mi cabeza la imagen de las aletas rodeándome mientras nadaba.  Recordé las palabras de un amigo que me dijo es como cuando vas corriendo o en bici y estás pensando que te va a perseguir un perro, lo llamas y eventualmente llega el perro y te persigue. ¡Es cierto!

También pensaba en las personas que les da miedo el avión, la posibilidad de que suceda un accidente es muy baja y sin embargo, les da tanto miedo que se la pasan fatal durante un vuelo mientras que otros duermen y la pasan bien. Un amigo uruguayo que surfea mucho me dijo: “Mariel,  cuando estoy en el agua y pienso en un tiburón, aparece y tengo que dejar de surfear y salirme del agua, cuando no pienso en ellos nunca se aparecen.”

 

Todos estos pensamientos ayudaban  y parecía muy fácil, pero no  lograba quitarme el miedo del todo. Como era de esperarse, no pude dormir, me desperté a las 3 de la madrugada, pensando en Laura López Bonilla una amiga española que estaba nadando el Canal de Catalina en ese momento y que lo hacía con la misma embarcación guía que me llevaría a mi a los dos días. Pensaba en cómo estaría nadando, si seguía o si se había salido del agua por alguna razón.  Me asomaba por la ventana y veía el puerto mercante más grande del oeste de Estados Unidos iluminado y en pleno movimiento y más allá, el mar oscuro.

En cuanto amaneció quería llamar a la embarcación para que me informara el capitán cómo iba Laura, y durante le desayuno lo comenté con Nora y le dije que si todo iba bien, me gustaría ir a recibir a Laura al punto donde llegaría.  Así lo hicimos, desayunamos rápido y nos fuimos directo a la dirección que nos dio el Capitán, al parecer Laura llegaría a la playa de Terranea. Al ir manejando en la carretera costera vimos la embarcación a lo lejos. ¡Laura estaba acercándose a la costa!

 

Terranea no es propiamente una playa, es más bien una pendiente que termina en una pequeña caleta de piedras y olas que revientan sobre las mismas y hay un camino de tierra para las personas que quieren bajar a la orilla del mar. Al ir por ese camino. La caminata nos tomó casi una hora y cada momento veíamos a Laura más cerca. Al llegar al camino de tierra que lleva hasta la orilla del mar, yo iba corriendo y al mismo tiempo quitándome la ropa para estar lista en cuanto llegara a la orilla para brincar al agua. Así lo hice, ni lo pensé, me eché al agua y atrás de mi Gela y Nora y esperamos a que Laura se acercara para animarla y echarle porras para terminar. Cuando vi salir a Laura del agua se me llenaron los ojos de lágrimas y en ese momento ¡supe que yo sería la siguiente!

A las ocho de la noche del viernes 24 de agosto, nos embarcamos en el bote Outridder y comenzó la aventura. Mi primer reto, no marearme durante la travesía Long Beach-Catalina que nos llevaría unas tres horas o un poco más.  Tenía que mantenerme bien y sin mareo para poder iniciar el nado sintiéndome bien. Llegamos al punto de inicio poco antes de las 11:30 y entre Nora y Gela me ayudaron a prepararme, vaselina en lo tirantes del traje de baño, pasta de lassar en las axilas, bloqueador solar para cuando amaneciera y demás preparativos propios de un nado como este.

 

La noche estaba oscurísima, no se veía nada de hecho, estábamos a unos trescientos metros de la playa y no se veía, ni siquiera el reflejo de las olas en el agua; todo a nuestro alrededor era negro, pero me sentía bien y estaba a un par de minutos de echarme al agua.


La juez que calificaría el nado, Anne Cleveland me dijo:  “¡Brinca al agua y disfrútalo! Nada hacia la playa sal del agua y no le hagas caso a las focas curiosas que se te acerquen, no queremos que pierdas tiempo jugueteando con las focas bebés que son curiosas y seguro se te van a acercar… en cuanto estés lista levanta los brazos, sonará la sirena y en ese momento inicia el nado.  Persiste durante la noche y una vez que amanezca las cosas serán más fáciles.  En este mar hay mucha vida, disfrútalo!” No era fácil escuchar estas palabra, lo último que pasaba por mi cabeza era ¡juguetear con focas bebés!  Antes de brincar al agua y como tratando de alargar los pocos minutos que me quedaban fuera de ella,  agradecí a mi equipo, a Javier un amigo que se integró de ultimo momento, a Anne y Theo su asistente, a mis dos kayakeros Kim y Don y a la tripulación.

 

Llegó el momento,  con una cara que reflejaba miedo, me eché un clavado al mar más oscuro que había visto jamás.

Nadé rápido hacía el punto que iluminaban desde la embarcación, había muchas algas  así que mantuve la cabeza afuera del agua y salí del mar corriendo para iniciar. No veía mas que negro a mi alrededor, no sabía si eran rocas o focas dormidas pero levanté los brazos, di gracias a Dios y escuché la sirena de la embarcación. Como amuleto, al igual que como lo hice en el canal de la mancha, tomé una piedrita, la puse en mi raje de baño y a empezar a nadar!

 

Durante las casi siete horas que nadé de noche, no veía nada, solo sentía los peces que me rozaban, las aguamalas que atinaban a picarme, las medusas de diferentes formas y tamaños, que me tocaban y sintiendo la vida que había a mi alrededor. Cuando amaneció mis ojos fueron testigos de la vida del Canal de Catalina y durante las horas que nadé de día tuve compañía en el agua, primero Gela  que con su entusiasmo me ayudó a mantener el rito de nado aún y cuando ya estaba cansada, poco después vinieron cientos de delfines a visitarme,  recorde que mi nado equivalía en esta ocasión a 100 sonrisas de niños con LPH, y al final Javier que me acompañó los últimos metros de nado hasta llegar a las rocas de Terranea.  Me tomó 11 horas con 27 minutos nadar el canal de catalina y en ningún momento tuve miedo.

Terminé el nado saliendo del agua por unas rocas resbaladizas y las olas impidiéndome que saliera pero con una sonrisa en la cara sabiendo que era la primer mexicana en completar este nado y con ello la persona 61 del mundo en tener  la Triple Corona de Natación de aguas abiertas.

¿Sabes cómo nadé el Canal de Catalina? Nadé con el corazón porque como dice el personaje del Zorro en uno de mis libros favoritos, El Principito de Antoine de Saint Exupery: “Sólo con el corazón se puede ver bien,  lo esencial es invisible para los ojos.”