El Canal del Norte….¡jardín de las medusas!

Después de algunos meses de no estar aquí, hoy regreso. Regreso con la intención de seguir compartiendo a través de lo que escribo, lo que vivo, lo que pienso y lo que siento y es que a veces, no es fácil poner en blanco y negro algunas experiencias y hay que dejar pasar un tiempo para que sea éste, el que nos invite a regresar, pero también para que nos ayude a procesar las vivencias, guardando lo relevante y descartando lo que no es, porque lo que es real y contundente  es que no podemos regresar a otro tiempo, solamente podemos recordar, en su momento vivir y en algunas ocasiones imaginar lo que será y sin embargo, es justamente el recordar el primer paso que hila lo que fue, de lo que es, para poder imaginar lo que puede ser.

Así las cosas, hoy escribo un recuerdo maravilloso que no tiene mucho tiempo pero si algunas semanas, ese recuerdo se llama Canal del Norte, un nado que es parte del proyecto Oceans Seven o Siete Mares en español y que nadé el 20 de agosto pasado.  Nadar el Canal del Norte, 35 kilómetros de agua helada, al menos así lo sentí yo, a 13-14 grados Centígrados, ha sido un logro muy importante en mi vida.  Sabía que para este nado tendría que estar muy fuerte física y mentalmente pero emocionalmente el nado fue una sorpresa. Así como en otros nados, voy disfrutando el camino y no necesito generar emociones en mi mente para seguir adelante, en esta ocasión,  es probable que el frío haya tocado las fibras más íntimas, tratando de que me diera por vencida y para no hacerlo, traje a miente emociones que me llenaron de energía para seguir hasta llegar a la otra orilla.

Aún no amanecía cuando me eché al agua alrededor de las 6 de la mañana, y en ese instante el frío hizo su primer impacto, no te deja respirar, pareciera que te desinfla los pulmones, ¡hasta duele! pero recordé que en muchas ocasiones, durante mis entrenamientos,  ya había pasado por este momento y con toda calma, respiré profundamente llenando mis pulmones de oxígeno para nadar hacía las rocas del punto de inicio, una vez ahí, parada en las rocas  temblando de frío y al mismo tiempo de emoción, de expectativa, de angustia por lo que tenía frente a mí, escuché la sirena de la embarcación y nuevamente al agua, comencé a nadar. A  los pocos metros ví la primera, me asusté y traté de esquivarla, lo hice pero más adelante apenas unos minutos,  no pude esquivar la siguiente, que me rozó el brazo provocando un intenso dolor. Aún con poca luz ya se podían ver, las temibles aguamalas “melena de león” de las aguas árticas haciendo el cruce del Canal del Norte desde su inicio, aún más complicado. Empecé a contar mis brazadas para concentrarme pero perdía la cuenta por esquivar aguamalas y decidí mejor contar medusas del uno al cincuenta y luego volvía a empezar. Parecían flores por todo el mar, y fue justo con esta imagen, que me pareció que estaba nadando en ¡el jardín de las medusas!

Y en medio del jardín de las medusas, empecé a traer emociones a mi mente, la primera y que me ha mantenido a flote en muchos momentos:  el amor, ese que te llena de vida, que te hace que el corazón te lata más deprisa, que te sacude e ilumina la mirada, que te calienta el alma, y saca una enorme sonrisa en tu rostro,  como cuando abrazas.  Recordé ese primer abrazo a mis hijos, su cuerpo calientito pegado al mío, la emoción de escuchar sus primeras palabras, sus besos y cariños, y así nadé muchas horas, sintiendo textualmente, puro amor.

Cuando giraba mi cabeza a respirar veía en la embarcación a Gela y a Nora que ambas sonreían, y eso me provocó alegría, entusiasmo, estaba contenta de verlas, las dos tapadas hasta con guantes pero siempre sonriendo y Gela preparando mi bebida de hidratación de cada media hora, alegre y entusiasmada y Nora al pendiente de mí, sonriendo y siguió pasando el tiempo y de pronto no veía a Nora pero, ví el chapuzón, se echó al agua a nadar conmigo una hora, ¡increíble nadar un rato con compañía!

Habían pasado ya diez horas de nado y  veía muy cerca la costa de Escocia, pero por más que nadaba no avanzaba y el frío hizo su efecto, y me estaba desesperando  y traje a mi mente enojo y coraje para animarme y empujarme para seguir adelante; a veces desde ahí, desde ese momento en el que cambio desesperación por coraje y determinación es cuando decido seguir y logro nuevamente la concentración y la fuerza para continuar y en esta ocasión así fue y seguí nadando hasta que escuche a Nora decirme  “ya falta muy poco, como un kilómetro y medio” y en ese instante, supe que pronto llegaría a Escocia.

Los últimos metros del  jardín de las medusas sentí una profunda tristeza por lo que dejaba atrás, un nado menos, un año que se fue muy rápido, pensaba “ya casi llego” y al mismo tiempo, “no quiero que esto terminé”,  y en un instante casi con el último piquete de aguamala, sentí todo el entusiasmo, alegría, y amor por estar ahí, por la oportunidad, por el “regalo” de haber nadado el Canal del Norte, y con cada brazada, hasta llegar a las rocas, mi corazón explotaba de agradecimiento y al mismo tiempo de nostalgia por lo que fue, pero cuando toqué las rocas y finalmente escuché la sirena de la embarcación indicando que el nado había concluido, 13 horas 15 minutos y decidí transformar el frío y la nostalgia en amor.

Hoy a casi dos meses, cierro los ojos y aparecen en mi mente: las sonrisas de Gela y Nora, gracias por acompañarme y apoyarme todo el camino, las hermosas medusas flotando en su jardín, casi me dan ganas de tocarlas y volver a nadar con ellas, pero así, en mi mente. Puedo sentir el frío que decidí transformar en amor no solo para el Canal del Norte sino para todos los días de mi vida y los próximos nados.  Lalo y Andrea, ustedes me inspiran y como escribí en “Corazón de Mar”, es ese amor, transparente como el agua, azul como el cielo y siempre en paz el que llena mi corazón.