¿Qué sigue? …. ¡Seguir nadando!

Hace 15 años nadé mi primer nado de aguas abiertas, el Maratón Guadalupano 2001. Todavía recuerdo la emoción y al mismo tiempo nerviosismo del día anterior, pensaba en que estaba a punto de nadar un gran reto, 4 kms en el mar, para cruzar parte de la Bahía de Acapulco. Mis hijos Andrea de apenas un año y Lalo de dos años y medio eran dos bebés que a la mañana siguiente besé y abracé mientras dormían y pensé que tenían una mamá muy valiente por lo que iba a nadar. Al pensar esto, sonreí y los abracé nuevamente tratando de contagiarme de la paz de su sueño.

Tengo muy presente el momento en el que estaba parada en la playa de la Isla La Roqueta esperando el silbatazo de salida para correr al agua y empezar a nadar hacia Playa Hornos.  El día estaba soleado y el cielo azul profundo, no había nubes, el agua brillaba y yo disfrutaba la belleza de mi alrededor….todo lo demás desapareció, los  nadadores, el nervio del nado, el ruido, no existía nada más que yo disfrutando el momento , y lista para empezar a nadar… Nuevamente me sentí valiente, lista, contenta, el reto que tenía frente a mi, me crecía y me fortalecía. Empecé a nadar y nunca sentí miedo, ni angustia o nerviosísimo, solamente fortaleza y entusiasmo, a la mitad de la bahía, me detuve, me acomodé los goles y vi a mi alrededor y dije:  “¡qué afortunada soy, gracias Dios por esta oportunidad!”, con una sonrisa seguí nadando y sin darme cuenta del tiempo, disfrutando cada brazada,  llegué a la meta. Al salir del agua, Eduardo me estaba esperando con mis hijos y los cargue y abracé contenta dándoles su primer beso salado, de agua de mar…

Han pasado muchos años y muchos nados y la sensación de fortaleza ante el reto ha sido una constante en cada uno de ellos, desde los Retos de Acapulco, el cruce cuádruple en relevo a La Mancha, el cruce doble en relevo a Gibraltar, mis nado individuales: el Maratón de Manhattan, el Canal de la Mancha, el Canal de Catalina, el Ederle Swim, el Estrecho de Gibraltar y cada uno de los entrenamientos para lograr esos nados he tenido esta sensación de fortaleza.

Hoy, me sé valiente no por los nados que he hecho, no por los kilómetros nadados durante los entrenamientos, no por nadar en la noche en el mar, no por nadar tantas horas en agua fría,  por nada de eso, sino por las situaciones de vida que he enfrentado fuera del agua y llevando a mis hijos a flote y con fortaleza, sabiendo que confían en mí, porque ellos saben, y me han demostrado que estando a mi lado, todo está bien.

Hoy mis hijos ya nos son esos bebés, y sin embargo, mis ojos brillan cuando recuerdo ese beso al amanecer mientras ellos dormían y me contagiaban su paz… esa misma paz me llena hoy de fortaleza y me hace valiente para todo lo que viene. Todos los kilómetros que vienen en la vida serán llenos de mucha paz, así que:  ¡”a seguir nadando”!

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