Miles y miles de flores … de todos los que amamos este país…
Hoy escribo desde el asombro, con una profunda tristeza, con un ramo de flores en la mano para recordar la vida de aquéllos que la perdieron el pasado 19 de septiembre, pero también para simbolizar el amor que he visto en todos los que amamos este país y lo vamos a levantar.
Dos hermanas con caminos diferentes en la vida que las une, además de la sangre y un amor incondicional de una por la otra, una herencia de su madre: su pasión por los jardines, las plantas y las flores.
Conozco a pocas mujeres tan trabajadoras como mi abuelita Maria, contadora pública, incansable promotora del amor de Dios a través de la Iglesia Metodista de México y fundadora de una asociación civil que promueve la creación artística mediante el diseño de jardines, arreglos florales y paisajes verdes. A esta última actividad, invita a sus dos hijas, mi mamá y mi tia Alejandra para que ambas se involucren y participen de manera activa en ello. Mi mamá acepta en ese momento y mi tía sigue su camino de la vida por otro lado y acepta trabajar en ello alguna años más tarde.
Hace 32 años, mi mamá se convierte en la presidenta, por un año, 1985, de esta asociación civil y lejos de organizar eventos florales, encamina toda su energía y la de todas las socias de esta asociación a levantar a este país que el 19 de septiembre de ese año, había sufrido uno de los peores terremotos de la historia. Para quienes de jóvenes vivimos ese momento, estoy segura que como yo, recuerdan la angustia, de nuestros padres por la situación que se vivía en la ciudad de México. Mi papá, médico cirujano reconstructivo que trabajaba en La Raza y Lomas Verdes, se fue a trabajar ese día y no regresó a mi casa como hasta después de 6 días. Mi mamá nos enseñó a mi hermana y a mi, a hacer despensas, tortas, clasificar medicinas, hacer paquetes de ropa, trabajar en la Cruz Roja de Polanco en fin… lo que pudiéramos hacer para ayudar. Ese años, se canceló la exposición de fin de año, la de Navidad, y todo lo que la asociación había recaudado durante el año, a través de diferentes eventos, se destinó para construir casas para miles de familias que lo habían perdido todo.
Pasaron los años y este país aprendió a vivir con el recuerdo del 19 de septiembre, siempre con un dejo de temor, pero con una sonrisa de orgullo y un par de lágrimas de dolor y recuerdo. Treinta y dos años después, mi tía Alejandra acepta ser presidenta del Círculo de la Flor para el año 2017. Cuando comienza a temblar el martes pasado, estoy en el edificio de la calle de Guadalajara 47, en la colonia Roma, en una reunión de trabajo de la Secretaría de Salud y está temblando fuertísimo, en mi mente están mis hijos, y sé que Andrea está bien y le ruego a Dios que Lalo esté bien, y cuando comienza a caerse la barda de la terraza adjunta a la sala de juntas, lo único que quiero, es salir de ahí, todo mundo empieza a correr para salir del edificio, y tengo mucho miedo y no puedo creer que sea 19 de septiembre, ¡no lo puedo creer!
He sido testigo del amor y las ganas con las que tanto mi mamá y mi tía Alejandra, han trabajado para el Círculo de la Flor y todavía hoy, no puedo creer que el año en que ambas han sido presidentas les ha tocado el 19 de septiembre respectivamente. Este año, será igual para mi tía como lo que fue para mi mamá hace 32 años, encaminar esfuerzos para trabajar para reconstruir este país y lograr que en México siga habiendo miles y miles de flores que nos recuerden a todos los mexicanos que la vida sigue y que cada flor significa el esfuerzo, la fortaleza y el amor que cada uno de nosotros, estamos haciendo y seguiremos llevando a cabo para levantarlo y mantenerlo de pie siempre.
Para mi tía Alejandra y mi mamá, que me han enseñado que aún en los peores momentos de la vida, una flor significa que la vida sigue, y mucho amor.