Con cada brazada derribando muros…

 

El pasado 5 de mayo, mientras cruzaba la frontera de Estados Unidos a México, nadando, veía a lo lejos ese horrible muro de acero que divide estos dos países e incluso continúa por la línea de la playa y entra al mar algunos metros…. Una imagen en mi mente, que me dolió y al mismo tiempo me animó a seguir… sabía que faltaba poco para llegar a Playas de Tijuana y salir del agua para completar el primer nado transfronterizo, de San Diego a Tijuana.

Los últimos dos kilómetros los nadé con mucho frío pero con la sensación de un extraño calor que se generaba en mi interior, un calor de coraje, de rabia, de enojo de querer hacer algo para derribar ese horrible muro de frontera,  que entra hasta el mar como queriendo dividir lo indivisible, lo infinito, aquello que no tiene límites. Nadé más rápido para salir del agua y para no ser revolcada por las enormes olas que se formaban tras de mí, y al salir del agua, el frío desaparece con la celebración de haber logrado nadar lo que apenas hacía unos meses, muchas personas pensaron que era una locura, algo imposible. Los nadadores nos abrazamos y ese abrazo se convirtió en un abrazo infinito que detuvo el tiempo ….

Hoy en la mañana, mientras subía al escenario del auditorio de la Universidad Panamericana para compartir mi experiencia en el evento TEDx organizado por esa institución educativa, pensaba en ese abrazo, ese momento en que con nuestras brazadas logramos derribar un muro que físicamente no existe dentro del mar, pero que sí existe en la mente de muchos personas. Los muros más difíciles de derribar son aquéllos que se forman en nuestra mente y que nos impiden seguir adelante, nos alejan de los objetivos que nos planteamos  y nos separan de nuestros sueños.

¡Cualquiera que sea su nombre, miedo, mediocridad, dudas, depresión, angustia, intolerancia, el que sea, da el primer paso para derrumbarlo, decídete y vamos juntos derribando muros!