Orlando 70.3
Junio 2010- Ha pasado poco más de un mes y todavía hoy cierro los ojos y la imagen de un río de personas corriendo por un camino largo viene a mí mente. Un camino muy largo, un pastizal sin una sola sombra, con el sol de medio día calentando sin clemencia, rodeado de canales de agua estancada que lo hacen todavía más húmedo y caliente y una fila muy larga de personas corriendo y entre ellas yo.
Más de 2,000 personas corriendo 21 kilómetros en un circuito de 7 kilómetros que había que recorrer tres veces, para poder completar la distancia y terminar, el medio Ironman de Florida en Orlando. Estar corriendo implicaba que ya habíamos nadado 2 kilómetros y rodado 90 en bicicleta. Así las cosas, esto significa que yo ya había terminado las primeras dos fases del medio Iron, la nadada y la bici y llegue a correr cansada de las piernas pero sabiendo que me faltaban 21 kilómetros de carrera para poder terminar.
En esa fila larguísima de personas corriendo, me encantaría decir que yo también voy corriendo pero la verdad de las cosas es que voy ”pa-de-cien-do” y muy lejos de estar corriendo. Voy como caminando en forma de correr, ¡una cosa horrible! Todos me pasan y cada una de las personas que me rebasa o me dice algo para que continúe corriendo tipo “vamos”, “síguele” o me dan una palmadita en el hombro y dicen mi nombre (está escrito en mi número), y ¡nunca jamás en mi vida había escuchado tantas veces mi nombre!
A medida que avanzo, paso a paso, voy pensando que en qué momento se me ocurrió la brillante idea de descansar de entrenar pura natación y variarle un poco haciendo un entrenamiento cruzado (cross training) para prepararme para un triatlón. ¡Qué locura¡ Por las que estoy pasando….cada paso me duelen los 206 huesos del cuerpo, nunca había corrido tanto. Tengo un calor infernal, imagínate, después de haber entrenado durante más de nueve meses en agua a temperatura menor a 20°C, bañarme diario con agua helada y acostumbrar a mi cuerpo a no tener frío para nadar en junio del año pasado el Maratón alrededor de la Isla de Manhattan, ahora por más que me pongo hielo en la gorra, adentro de mi traje de baño, me lo froto en la cara y voy con trozos de hielo en las manos, textualmente me estoy cocinando y tengo la cara más roja que un semáforo.
De repente, me pasa uno más con la respectiva palmadita y el “vamos Mariel” y al darme cuenta de quién es, casi me quedo paralizada. Al verlo frente a mi, me doy cuenta que es un chavo como de 30 años con ambas piernas amputadas por lo que va corriendo con prótesis y solamente tiene el brazo derecho, más corto y pequeño que le ayuda a mantener el equilibrio, al verlo corriendo adelante de mi se me fue el aliento: ¡es James!
Hace unas horas, todavía obscuro en la orilla del lago, al esperar la salida de mi ola de natación, vi de reojo que entre dos personas venían cargando a alguien y lo colocaron justo en la línea de salida de la nadada, y yo, ensimismada con mi prueba pensando en mi estrategia y en lo que había entrenado para poder terminar, ni siquiera me fijé a la hora que dieron la salida para que las personas con discapacidad comenzaran a nadar. Al cabo de unos minutos, serían entre 15 y 20 minutos, dieron la salida de mi categoría y empecé a nadar sin pensar en otra cosa más que en mí misma: mantener el paso, no aumentar velocidad para no desgastarme, disfrutar esta parte del medio Iron, mi fuerte, la nadada. Así lo hice, salí del agua feliz, ¡primer lugar de mi categoría! Al subirme a la bici, mi concentración nuevamente se enfocó en mi persona, en no cometer errores que pudieran derivar en caerme o tirar a alguien, en hidratarme y alimentarme correctamente y en disfrutar la rodada. Varias personas me rebasaron pero yo también rebasé a muchos y en eso, rebasé a un chavo en una silla de ruedas. Era él, en una silla de ruedas adaptada para manejarse con un solo brazo y me acuerdo que al pasarlo le dije “Hola James”.
No lo puedo creer, ¡hasta James me rebasa! estoy a punto de tirar la toalla, pero no lo hago. James no solo me rebasa, sino que me empieza a ¡jalar! Quiero ir a su velocidad y correr como lo hace él, quiero no quedarme atrás y tratar de ir a su paso y así comienzo a hacer un esfuerzo por arriba de mi capacidad, porque tengo a alguien delante de mi que textualmente me está jalando. En eso, escucho un grito fuertísimo “Vaaaamos Mami”, Andrea mi hija, gritando como coach, con una autoridad que no pude más que obedecer y seguir a ese mismo paso. Poco más adelante veo a Lalo que me aplaude y me dice “ mami, córrele ya te falta poco” y así sigo, tratando de ir a la par de un hombre increíble que en algún punto de su vida perdió casi todas sus extremidades pero que con una voluntad férrea decidió que ni eso ni nada lo harían darse por vencido frente a la vida.
Llegue a la meta en lugar 1050 general, 49 de mi categoría y muy lejos de los primeros lugares que tengo cuando compito en pruebas de natación, pero con una palmada en el hombro izquierdo que logró hacerme ver más allá de mis capacidades y esforzarme por encima de cualquier obstáculo.
No pude correr a la par de James, no hay nadie que lo pueda hacer… solamente aquéllos que como él, por alguna situación tienen sus mismas condiciones, corrí poco detrás de él, escoltándolo, dándole el honor a quién lo merece, inspirada por su fuerza y entrega y tratando de seguir sus pasos hasta llegar a la meta.