Lo que ya no existe pero yo lo puedo ver…
Hace unos días, no podía dormir y tenía la cabeza llena de pendientes y preocupaciones y por más que trataba de estar tranquila para poder conciliar el sueño, no podía dormir y eso me llevaba a angustiarme más, sabiendo que al día siguiente tenía un día complicado con mucho trabajo y actividades con mis hijos y relacionadas con esta época del año…
Me levanté de la cama y caminé a la cocina para prepararme un té..por la ventana de la cocina ví un cielo estrellado y salí a sentarme a una pequeña terraza…me senté en un banco y cuando levanté la cabeza al cielo, ¡mis ojos se llenaron de estrellas!
Tanto tiempo, tanta distancia, años luz …tanta existencia y ahí estaban, ¡todas las estrellas del universo brillando para mi!
En ese instante recordé esa explicación de que las estrellas que hoy vemos dejaron de existir hace mucho tiempo …Y aquello que dejó de existir hace una cantidad de años que mi cerebro ni siquiera registra, resulta que hoy, yo lo puedo ver. ¡Qué fortuna! Lo que ya no existe y sin embargo yo lo puedo no solo ver sino disfrutar.
En este mundo tan rápido y emergente, nos hemos convertido en personas que a veces ni siquiera vemos lo que sí existe y tenemos frente a nosotros…y esa noche, al darme cuenta de esto, me dolió el corazón de pensar que esto me sucede y en ocasiones soy yo la que no veo lo que tengo frente a mi. Cerré los ojos y con el brillo de todas las estrellas dentro de mi, me comprometí a ver lo que tengo frente a mis ojos y no solo con ellos sino también con el corazón.
Bien dice el Zorro, personaje de El Principito…que “lo esencial es invisible para los ojos y solo se ve con el corazón”…, así quiero ver mi vida, con el corazón… quiero ver la luz de las estrellas todos los días de mi vida y quiero que esas estrellas que hoy existen se reflejen en mis ojos y vayan guiando mi camino.
Regresé a mi cama y con los ojos cerrados y las estrellas en mi cabeza dí gracias con el corazón y entonces sí, me dormí.
Y es que como dicen las palabras de hace siglos…¡”cuando el capullo termina de agradecer, solo entonces, es cuando se convierte en mariposa”!