No se trata de luchar sino de fluir…

“Cuando entiendas que no se trata de luchar sino de aceptar y fluir, habrás entendido la vida…”

No me he recuperado de la inmensa impresión del sábado… en realidad, nunca me imaginé que este entrenamiento de 8 horas, fuera a significar tanto…

Llegamos a Acapulco el viernes aproximadamente a las seis de la tarde, aún el sol brillando e iluminando la bahía, durante el trayecto del aeropuerto al hotel, pensé en que al día siguiente a esa misma hora estaría nadando, haciendo un recorrido por la bahía que me llevara ocho horas de nado. Estaba un poco preocupada porque hasta ese momento solamente Gela iría en la lancha acompañándome y  pensé que sería demasiado tiempo para una sola persona coordinar los abastecimientos, conteo de brazadas, nadar un rato en fin, mi mente nadaba entre cierta incertidumbre y nerviosismo, el entrenamiento empezaría a las dos de la tarde para esperar mar picado y viento y después una buena parte nadar de noche y el nado nocturno siempre implica mayor precaución.

La bahía brillaba por la luz del atardecer, los rayos rojos del sol iluminaban con una calidez que me llegó a un lugar profundo, ayudando a quitar angustia y nerviosismo por lo que sería el entrenamiento del día siguiente.

Me dormí muy cansada, y queriendo amanecer tarde pero amanecí muy temprano repasando en mi mente todos los preparativos para el nado, la hidratación y el abastecimiento, la ruta, la forma más eficiente de subir todo a la embarcación, ente otros aspectos. Como a las nueve de la mañana, recibí  una llamada de Gela para confirmarme que Lenin Aguirre entrenador de natación y dos alumnas de él, Mayra y Ema, también vendrían en la embarcación para apoyarme durante el entrenamiento, ¡buenísima noticia!

Después de la buena noticia que me dio Gela, solamente tenía un pendiente, ¡Andrea! No sabía si quería venir un rato en la lancha y acompañarme a nadar o si prefería quedarse con mi mamá. Cuando estaba preparando mi mochila, salió Andrea del cuarto en traje de baño y me dijo que estaba lista para subirse a la lancha y acompañarme e inclusive quería nadar un rato. ¡Brinqué de emoción!

Andrea fue la sorpresa de la tarde, estuvo las ocho horas conmigo, nadó en cinco ocasiones, varias aguamalas le picaron y ella siguió nadando, ayudó en la lancha a preparar el abastecimiento y a tomar fotos y filmar en vivo, nadó afuera de la bahía, durante el atardecer y dos veces en la noche porque le encantó el efecto fosforescente del mar. ¡Andrea entrenó conmigo Rumbo a Molokai!

Cuando estaba nadando durante el atardecer, por mi mente se cruzaron varios de los momentos que mis hijos y yo hemos vivido en los últimos años, y recordé las palabras de Elizabeth Kubler-Ross…”Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquéllas que han conocido la derrota, el sufrimiento, el dolor,  la lucha, la pérdida y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, de humildad y de un amor muy profundo…. ”  Al girar mi cabeza para respirar vi a Andrea nadando junto a mi, y las palabras de la doctora Kobler tomaron sentido y forma bajo el nombre de mi hija Andrea.  Seguí nadando, orgullosa de tener una gran compañía a mi lado. ¡Gracias Andrea por compartir en esta ocasión, fluyendo en el agua conmigo, nadando con mucho amor!