La vida se construye día a día… igual que prepararme para Molokai

 

La vida se construye día a día…

El próximo domingo 2 de julio iniciará la aventura de Molokai. Justo en ocho días, viajaremos a Hawaii, vía Los Angeles, para llegar a Honolulu por la noche de ese mismo día. Hoy amanecí intranquila, característica natural cuando el viaje en puerta implica uno de los nados más complicados de mi carrera y en términos de natación, uno de los más exigentes a nivel mundial:  el cruce al Canal de Molokai.

El año pasado, a finales de septiembre no pude completar el cruce al Estrecho de Tsugaru en Japón, y aunque en su momento entendí que las condiciones climáticas habían sido muy complicadas y la razón de salir del agua fue precisamente esa, el evento me puso a prueba de una forma especial, fue un gran tropezón y he tenido que fortalecerme para seguir construyendo mis metas día a día.

Hace muchos años, mi papá me dijo:  “cuando te propongas una meta, trabájala día a día…” Con esto en mente, desde el 12 de noviembre, día en que nadé el Reto 22kms en Acapulco, marcando el inicio del entrenamiento a Hawaii,  hasta el día de hoy, he trabajado día a día el cruce a Molokai. La semana que inicia hoy, será la último de entrenamiento y a partir del 2 de julio, sólo será disfrutar cada instante del viaje. Soy afortunada de compartir este viaje con mis hijos Eduardo y Andrea, ellos no van a nadar Molokai pero van a nadar conmigo cada brazada y vamos a compartir, estoy segura, muchas horas nadando. ¡Nora y yo vamos a nadar juntas Molokai, muchas horas de mucha amistad!

Al escribir este texto, vienen a mi mente miles y miles de momentos que recuerdo nadando en el mar, desde  mi infancia hasta el día de hoy. Días enteros esperando la ola perfecta en Acapulco con mi hermana Aline, horas disfrutando el mar y las revolcadas, días de risas y diversión nadando solamente por disfrutar el mar,  los primeros nados en el mar con mis hijos, momentos en el mar con mi papá y mi mamá, mi primer nado de aguas abiertas: aquél día que decidí regresar del paseo con mis abuelos nadando en lugar de caminando y abrí los ojos por primera vez bajo el agua;  la primera vez que nadé en el mar de noche, los amaneceres que he visto nadando, los nados que he hecho en lugares en los que el mar parece mágico como el nado con Lalo, Nora y Toño, en  Gibraltar, las horas en agua fría  que parece que me congelan el cuerpo pero en realidad me han llenado el ama de un calor muy especial… en fin, todos y cada uno de ellos, momentos que han construido mi vida y que hoy me fortalecen y me llenan de mucha alegría para nadar Molokai con mucho amor.